El siglo XVIII es decisivo en el desarrollo portuario. Con la llegada de los Borbones se inicia el afianzamiento de A Coruña como centro administrativo del Reino de Galicia.

Se abre el puerto al tráfico marítimo con América a través del Correo Marítimo establecido por Carlos III y se concede el libre comercio con las Indias. Esta situación favorece la expansión del sector conservero y la aparición de una incipiente industria de diversos productos para exportación. A finales del siglo XVIII la ciudad cuenta ya con 13.000 habitantes, un movimiento portuario de 250 barcos y 14.000 toneladas de mercancía.

La creación del Real Consulado Marítimo Terrestre favorece la fundación de las escuelas de Náutica y Comercio, así como la reconstrucción de la Torre de Hércules, a cargo del ingeniero Eustaquio Giannini. Se trata de la reforma más importante en la historia del faro romano, con la que la torre recupera su esplendor, adquiere su fisonomía actual y asegura su conservación.

En el aspecto urbanístico destaca el desarrollo del proyecto de ampliación de la ciudad a través del Ensanche como respuesta al crecimiento de la población. También se suceden los proyectos orientados a cerrar y proteger el frente de la Pescadería y la construcción del muro perimétrico del puerto, embarcaderos y rampas para la actividad portuaria. En la segunda mitad del siglo XVIII se crea la fachada al mar de la Pescadería, y se construyen los edificios de la Aduana o las Casas de Paredes.